Hace
rato que el mozo del bar ha rebasado los niveles de confianza. Me habla de la añoranza
que siente por su madre aun teniéndola trabajando en la cocina. Y yo, por no parecer
un tipo desalmado, le pregunto:
–¿Cómo
puedes echarla de menos si está aquí, contigo?
–Es
un sentimiento espiritual muy profundo –exclama palmeándose el pecho.
Y
sigue explicándome, con afección maternal, ese estado inconmensurable que le domina,
sin captar la indiferencia que yo siento por su charla, cargada de frases almibaradas
y abstractas. Hasta que hago ademán de tirarme un cuesco. Entonces, comprende
que no soy el cliente adecuado.
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