Fuma
mucho y retiene el humo para expulsarlo por la boca lentamente, sin cambiar su
expresión salvaje. Arquea las cejas y frunce el ceño para dar a entender que
esta noche lo va a dar todo. Lo sugiere a su manera, desde la barra exterior de
un local de copas, de pie, ligeramente acodado. Es un grotesco chico Martini;
el único que lleva un chaleco de cazador, con el cuello levantado. Tensa sus
bíceps y pone morritos mientras remueve su gin-tonic con el dedo índice; luego
lo chupa libidinosamente. Al final, sonríe a una de las presas que no puede
dejar de mirarlo.
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