El
plural de la palabra «test» suena con una ese
final muy sonora: testsssssssss.
Los
incisivos de arriba se tocan con los de abajo y la lengua se sitúa tras ellos
siseando como una serpiente que manda callar. Sonríes silencios. Un sonido de
válvula a presión pulveriza las paredes del cerebro y proyectas arte con sprays:
algo aéreo con soles. La coreografía tóxica de unos insecticidas te hace bailar
al son de los zumbidos veraniegos que, como se sabe, provocan severos apretones.
Entonces, solo deseas llegar a tiempo al receptáculo para orinar el sifón carbónico
de tu vejiga, y que se deshinche gradualmente, como un globo pinchado.
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