En el tiempo que se carga una de
esas páginas guarras en el ordenador, Rodolfo piensa en sacar del congelador un
táper de sopa para la cena; se acuerda que debe comprar champú, pasta de
dientes y papel higiénico; también que debería visitar a su abuela Gertrudis y regar
los geranios de la terraza, podrían morirse. En esos escasos segundos, recuerda
que debe ingresar el dinero para la boda de un amigo. Ya están todos casados;
solo queda él. La web enseguida está lista y la pantalla se llena de estímulos
voluptuosos. Además, en diciembre la adornan con detalles navideños.
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