El bueno de Carlos abrió el libro
que su novia le había regalado por su cumpleaños y descubrió que sus páginas
estaban plagadas de manchas y restos de comida: gotas de aceite, pepitas de
tomate, trocitos de lechuga, hebras de atún, migas de pan… El caso es que ella se
lo envolvió con papel de regalo y lo adornó con un exuberante lazo rojo. Cumplía
los treinta; era algo especial. Incluso lo perfumó, y tuvo el detalle de
adherirle una etiqueta dedicada que decía: «La pasión que siento por ti corre
por mis venas como un ardiente río de lava».
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