Los días soleados aprovechaba
para tender la ropa en la azotea. Había cuerdas de sobra, aunque la última vez estaban
todas ocupadas por centenares de calzoncillos; sujetos con una pinza y organizados
por colores. En la entrada, del negro al blanco había dispuestos una
cincuentena perfectamente escalonada. En la parte central se difuminaban de la
misma manera pero en gamas básicas: magentas, amarillos y azules. Y en los extremos,
predominaban los cromatismos secundarios: violetas, rojos y verdes. Una
distribución masiva de slips que llenaba de color el terrazo y descubría,
además del gran acopio, el talento singular de algún vecino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario