Un ataque de nostalgia puede
aparecer en cualquier momento. Eso sí, debes ser como una hormiguita y sentir
que la grandeza nada tiene que ver con lo tangible, debes notar como la morriña
anida dentro de ti y creces en esa singular fragilidad y, sobre todo, debes ansiar
los milagros de la vida; esos sencillos y cercanos que nadie ve. De esa manera,
no tardarás en ser sorprendido en la azotea de tu casa por la añoranza del
ahora, tendiendo la ropa y oliendo esa fragancia a lavanda que se desprende de
la ropa mojada y tanto te recuerda a ella.
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