A quien yo quiero no le gusta que
la quieran tanto. Le recito poemas los días de lluvia y le entran náuseas. Si
le llevo el desayuno a la cama con la mirada tierna, se me ríe, me llama friki.
Necesita poco afecto: algún beso, un abrazo por la noche y apenas roce, le
empalaga. Si la agobio con que debemos hablar, se queda muda; “soy así”
exclama, y se cierra en banda. Lo malo es que me conformo con eso mientras
permanezca a mi lado. Es dura, aunque esta noche la pincharé con una rosa, a
ver qué dice.
Sergi, no me esperaba ese final, pues no sé por qué, estaba convencido que una muñeca estaba en escena, por suerte no, y aún hay posibilidad de ablandar ese corazón que parece que es duro. Aunque, bueno... quizás el encanto está ahí en tratar de conquistarla día a día.
ResponderEliminarBuen micro.
Abrazos.