Sabía que el abuelo estaría
desafinado por falta de uso. Lo tenía guardado en el trastero, dentro de la funda
del contrabajo. Después de tanto tiempo me apetecía tocarlo. Estaba recogido, en
posición fetal y vestido con su uniforme de batalla: pijama, pantuflas y batín.
Era evidente que debía ponerlo a punto, así que lo saqué con cuidado para templarlo.
Tensé sus brazos y piernas, le hice el abrazo del oso para que todo se recolocara
en su sitio y acabé ajustándolo con suaves movimientos cervicales. Enseguida abrió
los ojos y exhaló un prolongado bostezo perfectamente afinado, como solía
hacerlo.
Buena puesta a punto Sergi, jeje
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin