En el mejor escondite de la
ciudad se celebraba cada año una gran efeméride. Ese día, se comía, se bebía y se
lanzaba por los aires lo comido y lo bebido. Gracias al fervor
descontrolado de todos, podían verse volar platos de paella y bocatas
aplastados con fiambre; también finas parábolas de vino que manaban al apretar
el odre de sus botas y una lluvia multicolor nacida del latigazo impulsivo de
sus vasos medio llenos. Mientras todo eso sucedía con algarabía, una orquesta sonaba
desconocedora de todas esas particularidades bajo una improvisada cúpula de
plástico, para sobrellevar, de alguna manera, la contienda.
Sergi, una fiesta es una fiesta y las tradiciones se respetan, aunque para ello se tenga que hacer el salvaje de esta forma. Y yo lo aplaudo siempre que no se haga daño a nadie ni a ningún animal. Muy visual tu micro y muy valenciano por esa paella que nombras.
ResponderEliminarSaludos.
Eso que cuento pasa, más o menos, cada año en mi pueblo, jeje. el domingo pasado para ser exactos. Todo es bastante surrealista, pero tranquilo con lo de los animales, solo hay seres humanos semicivilizados, jeje. Es una gran fiesta.
EliminarGracias por comentar maestro.