Tenía una pequeña nube flotando a
varios metros sobre mi cabeza. Al parecer, me seguía a todas partes, pero no me
di cuenta de ello hasta que un día, al salir del trabajo, algunos me la
hicieron ver señalándola en el cielo. Era elíptica, alimonada, como de algodón
dulce, y del tamaño de una lavadora. Pude comprobar que efectivamente me acechaba:
avanzaba y se detenía coincidiendo con mis desplazamientos.
Esta mañana, después de haber estado conmigo todo este tiempo, me ha abandonado por un señor calvo con gabardina para tornarse oscura y precipitarle con furia un torrente de lluvia amarilla.
Esta mañana, después de haber estado conmigo todo este tiempo, me ha abandonado por un señor calvo con gabardina para tornarse oscura y precipitarle con furia un torrente de lluvia amarilla.
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