Me quedé con cara de tonto al
descubrir que en el último pedacito de papel higiénico había algo escrito. Era
una frase corta, como las que rezaban en algunos sobrecillos de azúcar. Lo vi como
una idea original, un guiño al momento, una sorpresa al intelecto ubicada al final
del rollo. Sentado en el inodoro la leí. Era contundente. Planteaba una
reflexión trascendental acerca de la condición humana. Me hizo pensar un buen
rato y las dudas se instalaron en mi cuerpo. Sentí cómo crecía algo en mi
interior. Entonces recordé qué hacía allí y, asomando la cabeza, grité: ¡papeeeeeeeel!
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