La mujer que cogía todos los días el bus para ir al trabajo sabía que
lo más sensato para que todo avanzara con normalidad era amar a su marido y
disfrutar de la vida familiar con sus hijos. Dedicar su tiempo a eso era lo más
sano; pero el tiempo que transcurre desde que nacemos hasta que morimos no está
hecho para ser cómodo, y a ella le resultaba imposible practicar la
indiferencia cuando algo le bullía por dentro cada vez que levantaba la vista hacia
el retrovisor interior y comprobaba como su mirada se cruzaba con la del chófer.
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