Estoy en casa, tranquilo, haciendo un ovillo con mis intestinos.
Concretamente con el más largo y fino, el delgado. Me daría para hacer una
bufanda o un gorro, o un lazo corredizo. Llevo sacados cuatro metros y sigo desplegando
las dobleces membranosas alojadas en mi cavidad abdominal. Una brecha en el
ombligo permite que vaya estirando las vísceras sin notar el dolor; apenas unas
cosquillitas. Es curioso todo lo que tenemos metido en nuestro interior. Hace
unas semanas, llegué a un pacto con la muerte, sí, de otra forma no podría
hacer lo que estoy haciendo, y quedamos en que seguiría viviendo si yo le
entregaba mi esencia, mi corazón. Me tiré de un taxi en marcha por no pagar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario