Enseguida noto la mala calidad de la lluvia. Las nubes que la contienen
están gastadas y revenidas; llevan demasiados días moviéndose lentamente por
cielos viciados. El aire que se respira huele a estanque, a sapo muerto. Las
primeras gotas de lluvia, al caer sobre caminos polvorientos, son la esencia caducada
que corre por las arterias algodonosas de estas grandes masas de vapor de agua.
Sin embargo, un amigo perfumista asegura lo contrario; dice que su aroma es embriagador,
cálido y terrenal, muy agradable para incluirlo en cualquier perfume, y que el
ozono interviene en esta fragancia propia de los dioses.
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