lunes, 1 de octubre de 2018

UNA TARDE CUALQUIERA


La anciana tenía flan en la comisura de los labios, o pudding, o había mojado galletas en leche y eran restos blandos, o tenía la típica mugre de vieja que se forma al hablar sola. También podía ser por el roce de su dentadura postiza, y le había producido tanta saliva que la tenía concentrada en las grietas profundas de sus labios. El aire viciado de la habitación tumbaría a cualquiera, sin embargo el perro que estaba a su lado la olisqueaba y le lamía esa roña reseca, colocando su cabeza entre sus manos arrugadas para ver si lo acariciaba.

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