La anciana tenía flan en la comisura de los labios, o pudding, o había
mojado galletas en leche y eran restos blandos, o tenía la típica mugre de
vieja que se forma al hablar sola. También podía ser por el roce de su dentadura
postiza, y le había producido tanta saliva que la tenía concentrada en las
grietas profundas de sus labios. El aire viciado de la habitación tumbaría a
cualquiera, sin embargo el perro que estaba a su lado la olisqueaba y le lamía esa
roña reseca, colocando su cabeza entre sus manos arrugadas para ver si lo acariciaba.
Ese amor de los perros es inmenso.
ResponderEliminarSaludos:-)