Querida amiga:
Me pide en su amable carta que le comunique si alguna vez he soñado con
usted. Pues ha de saber que desde que practico el arte de la escritura, lo primero que
hago al levantarme es hacer el esfuerzo de anotar en una libreta aquello que he
soñado. Al principio, he de admitir que me costaba mucho recordar, pensaba que
no soñaba, y eso me incomodaba y me hacía sentir incompleto. Pero apuntaba: «Sin
sueños».
Ese ejercicio diario hizo que al cabo de unos meses se rememoraran los
primeros sueños, y desde el día que anoté el primero puedo decir que
tengo varias libretas llenas. En ellas se alberga la simiente de cada uno de
ellos.
Por si son de su interés, le detallo brevemente los tres sueños que
tuve la última noche:
1. Vestido de torero blasfemaba en una plaza llena de ovejas que
balaban mi nombre.
2. En el fondo del océano, un tiburón vegetariano comía algas y brotes
de soja de primero y macarrones de segundo.
3. Una desconocida que había soñado conmigo me escribió una carta para
saber si yo había soñaba con ella.
Espero que con esta información que le brindo quede resuelta su curiosidad,
y, si lo cree conveniente, podamos seguir carteándonos.
A la espera de recibir noticias suyas, reciba mis más respetuosos
saludos.
Atentamente,
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