Los
seres plúmbeos son parecidos a los humanos, pero sin ojos. Están hechos de
oscuridad y les repugna cualquier tipo de sentimiento. Su cuerpo emite un
sonido suave, como el silbido torpe de los que intentan silbar. Carecen de
orejas, aunque el sentido del oído se les va destapando a medida que bostezan. Son
autómatas que dedican el tiempo a pedir limosna en las terrazas de los bares,
van de tres en tres y recrean ilusiones geométricas que parecen reales. Suelen
cantar a cappella canciones de moda que invierten con su voz robótica; y lo más
sorprendente y, a la vez, peligroso: su reiterado hipo; capaz de hacer germinar
pequeñas pupilas el tiempo suficiente para fijarse y escarmentar a los que no
tienen intención de colaborar con alguna moneda.
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