Solo
es una vaca gigante disecada,
pero
inspira ternura.
La
imagino rumiando en campos verdes,
muy
quieta, como si muriese.
Doy
vueltas a su alrededor,
tiene
un largo rabo, tieso, con el típico mechón de pelos,
aunque
ya no lo mueve para ahuyentar insectos.
Y
esa gran ubre rosada bajo el vientre,
ya
no amamanta a sus terneros.
¡Qué
pena!
Preferiría
verla pintada sobre un lienzo,
más
salvaje, abstracta, en tonos alegres.
Aferrarse
a esta realidad, tan técnica y perfecta, asombra,
pero
es solo por la crueldad que poseemos,
que
nos acerca, sin saberlo,
al
dolor lacerante de lo bello.
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