El capitán Gehringer dio la orden
de inmersión, pero el submarino siguió flotando en la superficie. Algo no
funcionaba bien; tuvieron que repararlo. Algunos aprovecharon la incidencia acostándose
en el suelo antideslizante de la cubierta para contemplar el catálogo de nubes
que el día les brindaba, desatendiendo varias horas el ataque previsto
contra el buque enemigo.
–¡Qué momento éste! –dijo uno suspirando.
–Más bien es un macromomento
–respondió otro embelesado con el cielo.
–¿Qué ves en esas formas
algodonadas?
–Cosas absurdas.
–¿Como cuáles?
–En esa pequeña veo a un señor
zampándose un fuet a bocados, y en las de alrededor lugares de alterne.
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