Las últimas palabras que dijo mi padre antes de morir no fueron lo que
una se espera. Cuando ocurrió yo no estaba en su habitación, cuidándolo y
haciéndole compañía como era habitual. Me ausenté unas horas. Lo necesitaba. Me
dediqué a poner una lavadora y a limpiar un poco la casa. Estar tan pendiente
de una persona hace que al final pierdas la noción del tiempo y descuides las
tareas del hogar. Esa tarde, mientras pasaba la aspiradora, mi padre rugió como
un león para que le oyera. «¡¡Tráeme un melocotón, coño!!», gritó. Cuando se lo
llevé ya no respiraba.
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