Cuando sufro una gripe mi centro se esparce como metralla. Me vuelvo inestable
y no pienso con claridad. Pero, incluso así, soy consciente de que,
efectivamente, somos alma y cuerpo. Si falla el alma nos conduce al desánimo, a
una enfermedad etérea y mental. Y si falla el cuerpo –ese es mi estado actual– es
complicado mantenerse en pie y hacer lo básico. Percibo con claridad cómo estas
dos partes constituyen la esencia humana, y se agradece que no enfermen a la
vez, pues sería horrible. Bajo la persiana, me acuesto y espero a que este
virus se extinga. Tos, fiebre y vómitos. Por ahora vomitar lo que más. Menos
mal que tengo una palangana y el alma sana.
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