Mi casa ha sufrido un ictus. Estoy preocupado. Se han levantado las
baldosas del comedor y el aspecto de las habitaciones ha quedado desfigurado. No
es la misma. Una fuerte vibración la sacudió violentamente y derivó en esta
contorsión permanente. No puedo abandonarla, así que seguiré habitando en ella,
sin moverme mucho y obligándome a hacerlo todo con sumo cuidado. La oigo
resquebrajarse un poco cada noche y veo como el polvo va recubriéndola con una
segunda piel, pero tengo la esperanza de que los movimientos convulsos de esta
ciudad vuelvan a zarandearla para que todo torne a su sitio.
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