Observo a una chica
morena que sube al autobús y se sienta delante de mí. La contemplo hasta sentir
atracción. Se baja enseguida. En su sitio se sienta una señora mayor que va
cargada con una bolsa llena de peras. Las descansa sobre el asiento de al lado,
está vacío. Un frenazo hace que dos de las peras salgan de la bolsa y se
liberen de las otras. Su olor intenso abre las ventanillas de mi nariz. Son de
piel fina, verdosas, de esa forma globosa tan característica, con la pinta de
ser muy jugosas… Las contemplo hasta sentir atracción.
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