Retreparse en la
silla tras haber comido un suculento estofado de ternera puede ser una acción bastante
arriesgada. Nuestro protagonista es un tragaldabas que no ha dejado ni las
migas. Ha comido bien y no piensa en los peligros, ni en el cuchillo de cortar
carne que se ha metido en el bolsillo de su pantalón. Ya me dirán. Va finito de
vino tinto. Siente que controla su orondo cuerpo al echarlo hacia atrás y le resulta
tremendamente fácil mantener el equilibrio sobre las dos patas de la silla. Es medio
funambulista; como todos…, pero él se juega la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario