Lo primero que meto
en la maleta cuando he de viajar por trabajo son las caretas que cambian mi
aspecto. Está vez una semanita, qué bien. Tendré tiempo de conocer gente nueva
y la posibilidad de no ser yo mismo. Aquí ya me conocen (o eso creen), y dicen
que soy aburrido. Me llevaré una máscara para cada día (igual que de
calzoncillos), e interpretaré la vida de otros con la ayuda de estos semblantes
postizos. Seré sucio de noche y moderado de día, y, si tengo ocasión, miraré a
las mujeres con ojos felinos, para engatusarlas, para que se entusiasmen con cosas
que no son mías.
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