El paisaje de mi frigorífico, además
de contener los alimentos que regularmente consumo, encierra víveres que he
dejado evolucionar para que prevalezcan. Es fácil hallar medios limones
fosilizados repartidos por los diferentes compartimentos; formas esféricas de múltiples
tamaños envueltas en papel film transparente, inidentificables por lo mohoso que
las recubre; jardines que geminan en patatas descuidadas en los rincones de las
baldas; frascos caducados de mermelada convertidos en mazacotes grisáceos…También
puede encontrarse el típico tetrabrik de leche agria, una Cocacola de dos
litros semillena totalmente desbravada y algunas salsas de aderezo que, una vez abiertas, aguantan toda la vida.
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