miércoles, 20 de mayo de 2020

DOS OJOS


Alguien, quien sea, me infunde el miedo para que entienda algo y recapacite. Gracias le digo. Pero en realidad aborrezco esos discursos ejemplarizantes y a las personas que los realizan por creer  que ascenderás hacia el conocimiento mientras te hacen descender a un sótano oscuro. Con gente así hemos nacido los cobardes miedosos. Yo lo he sido mucho. Quizás todavía. Vinculo los pinchazos en mis sienes y el picor de ojos a ese estado aprensivo y pusilánime carente de valor o entereza; también lo atribuyo a las lágrimas que me brotan cuando lloro por nada. Cada una de las gotas que segrega mi glándula lagrimal ayuda a limpiar y a lubricar mi ojo izquierdo, y a distribuir el oxígeno por toda la superficie. Cuánta magia hay en nuestro cuerpo y qué sabio es, ¿verdad? Sin embargo, únicamente es mi ojo izquierdo el que siempre rompe a llorar y a hacer pucheros. El derecho jamás se ha lamentado ni humedecido por nada, ni siquiera se ha irritado cuando le ha entrado alguna esquirla o algún cuerpo extraño rasguñando su córnea. Ni en esas situaciones dolorosas es capaz de mostrar su fragilidad y su sentir. Su mirada extraviada solo sabe fabricar legañas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario