50ª crónica de un confinamiento
improvisado
Esta mañana, al mirarme en el espejo, me he visto ojeroso, con papada,
feo, gordo, descuidado, con pelambrera en la nuca y en las orejas, y también
con pelos demasiado largos asomándose por mi nariz. Con el pulgar y el índice he
vuelto a meterlos en su sitio. Es curioso que los orificios nasales tengan el
tamaño que tienen. Seguro que Dios los diseñó así para meter los dedos dentro, parecen
hechos a medida. La mirada es perversa; la mía siempre evalúa. Ahora toca
hacerme una descripción física de mi cara. La veo grotesca, deforme, sin
angulosidades, con un cuello de morsa marina. Sería un buen bocado para cualquier
alimaña salvaje. Sin embargo, no me veo sucio como otras veces. Claro, será
porque ahora me ducho más que menos. La calvicie siempre ha sido progresiva, no
me ha dado sorpresas, pero mi cuerpo se ha transformado en pocos años. He perdido la posición vertical y
mis masas se han aflojado. Y no me han funcionado las dietas; da igual que
comas algas que frotes de soja. Influye mucho el metabolismo de cada uno, me digo.
O, más bien, el «bolismo» que otorga la bollería, me replico. Lo pómulos han
perdido su tensión y han pasado a ser directamente carrilleras de cerdo, carne esponjosa
que, entre mis dedos, puede estirarse como un blandiblu, un moco verde
escurridizo. Arrugas no tengo, por ahora, solo cuando achino los ojos, pero,
para compensar, me han puesto gafas. He perdido bastante vista. Parezco un
escritor ruso. Soy una cara de pan con lentes que se inclina frente el espejo para
comprobar como su fisionomía da algo de pena. Mi carcasa ha cambiado, de eso no
cabe duda, se ha transformado en una vaina sin brillo y en una molla trémula,
en un trapo de cocina gastado y en un amasijo de huevos revueltos recubiertos
por una epidermis que ha sufrido los efectos secundarios del paso del tiempo. A
partir de los cuarenta los días mal plegados se han ido sumado sin compasión a
mis facciones, y los latidos de mis sientes han ido perdiendo intensidad. Así
es la vida. Pero lo cierto es que antes daba gusto verme en pelota picada.
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