En
el dormitorio huele a ronquido rancio, a respiración fermentada, a aires
estomacales del cocido que nos hemos zampado en la cena; butifarra, panceta,
pies de cerdo y falda de ternera. Comida calórica; ideal para combatir el frío.
Mi marido se ha dormido enseguida y sus resuellos han creado un ambiente bastante
repulsivo. No sé si podré descansar
junto a él en esa cama infecta, apoyando mi cabeza sobre ese cojín bañado de
babas. Me meto sigilosa en mi banda derecha y no tarda nada en notar mí
presencia. Se coge a mí. No se suelta. ¡Socorro! Algo fétido retruena.
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