Si
por mí fuera, firmaría un final fulminante, grotesco, un pim-pam-fuego
indoloro. Que ocurriera almorzando en el bar de siempre, en mi Templo, con
amigos, gozando de un plato atiborrado de galeras fritas. Me pincharía con
gusto la parte interna de los carrillos, pues estos crustáceos punzantes son
puñeteros cuando los succionas con demasiada ansia para apurar su carne. Dios
está en ese plato redondo de comida casera, en la copa de vino con gaseosa, por
supuesto en el pan, el carajillo quemado y en ese licor de endrinas capaz de
otorgar sentido a esta vida, y a la otra
Relato finalista en Wonderland el 04/02/2017
Relato finalista en Wonderland el 04/02/2017
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