No
recuerdo prácticamente nada de cuando morí. Solo vagas imágenes en una estepa
protegiendo a mis cachorros hiena de un ataque salvaje. He vuelto otra vez a la
vida, como un ser humano. Pero no logro adaptarme a este cuerpo de mujer, que
anda nervioso por esta Rambla concurrida de turistas. Me he visto. No soy
guapa. Tengo ojos de loca, y me resulta imposible esconder esta risilla macabra
que tengo. Doy miedo. Y tengo hambre. Mucha hambre. Ansia por devorar
salvajemente cualquier cosa. Desde unos espaguetis con tomate a los estómagos
voluminosos de los paseantes que me voy encontrando.
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