Podía pasarme horas observando
los contornos difuminados de aquella misteriosa mujer. La combinación de la
perspectiva aérea del fondo y la delicada ejecución técnica, conseguían que me sumergiera
en una sensación de tridimensionalidad y profundidad; además, su enigmática
sonrisa parecía cobrar vida. Aquella tarde, envuelto en la cálida iluminación
de la sala y absorto en la niebla de colores que se desvanecían en el lienzo, llegué
a percatarme de que la bella mujer retratada poseía un tic en su ojo derecho. Sus
reiteradas contracciones provocaron algo parecido en mis labios; y así, mediante
guiños y tímidos besos, empezó lo nuestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario