«Hola», le dije esbozando media
sonrisa. Apareció de repente y se interpuso en mi camino mientras cruzaba la calzada
para ir al otro lado. No la conocía. Era una chica muy guapa, de cabellos
rizados, pelirroja y un palmo más alta que yo. Jadeaba. Le devolví el saludo
por educación. Ella parecía conocerme. Se mantuvo quieta frente a mí, mirándome
con la consideración que se le podía tener a un cachorro abandonado. Sin
embargo, me echó una bronca que no comprendí, me estiró de la mano como a un
niño desobediente y me susurró: volvamos a casa papá.
Mención en el III Certamen de
microrrelatos Realidad Ilusoria
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