jueves, 23 de abril de 2020

SOY LO QUE COMO


41ª crónica de un confinamiento improvisado


Anhelo ser la pintura de El grito de Edvard Munch y gritar sobre un puente. Podría hacerlo en cualquiera de los dos pequeños puentes que cruzan el estanque de mi pueblo. Ya he gritado demasiadas veces en casa y en el balcón. Bramar sobre esta pasarela de madera es un deseo realizable, así que un día que llueva o haga mal tiempo elegiré el momento más decadente para chillar a esta tierra de locos. Luego aprovecharé para ir a comprar y seguiré con mi feliz decadencia. En el supermercado pensaré en la muerte o en el declive de la humanidad mientras la cajera pasa la compra por el sensor. Si analizamos los productos que elegimos puede hacerse una valoración aproximada de nuestra psicología y de nuestra conducta. Yo siempre compro lo mismo. Tengo una serie de alimentos que me representan como consumidor y de ahí no salgo. El brócoli es uno de ellos, igual que los pepinillos en vinagre y otros víveres enlatados que no quiero enumerar por vergüenza. No quiero revelar que, efectivamente, soy lo que como. 

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