lunes, 6 de abril de 2020

EL AMOR TIENE ALGO DE ASQUEROSO


24ª crónica de un confinamiento improvisado

Fernando Pessoa decía en su Libro del desasosiego que no se ama con el instinto sexual, sino con la presuposición de otro sentimiento.

Así lo siento yo. Quizás porque tenga la mentalidad de un viejo o porque viva solo y conviva felizmente con la soledad, como si fuera mi otra mitad. Ella y yo somos dos y nos avenimos bien. Creo que siempre he sentido la melancolía del ahora como una morriña del tiempo que no se despega de mí. Quizás la provoque algún tipo de padecimiento moral y se instale en las almas frágiles que advierten el paso del tiempo como una tristeza. Sin embargo, hay personas incapaces de estar solas y nunca han sentido la nostalgia del presente. Yo añoro a mi madre en vida. Supongo que eso es quererla. 
Si la salud nos acompaña veo estas semanas de aislamiento como un enriquecimiento vital. El sexo también lo es para quien esté acostumbrado a tenerlo. Durante el confinamiento se practica bastante. Doy fe. Oigo las vibraciones de los empotramientos y los jadeos de la pareja que lo hace a todas horas en la habitación contigua a mi dormitorio. Es un acto carnal, portentoso, excitante, necesario. Pero, en realidad, este placer no es la verdadera demostración del afecto, al menos la más excelsa. Mi abuelo quería mucho a mi abuela. Mucho. Tanto que durante una temporada en la que la pobre no podía ir al baño –pues estuvo más de dos semanas sin poder evacuar–, él, al ver que sufría lo indecible, se unto los dedos con aceite de oliva y, sin dudarlo, le extrajo el tapón de heces que ningún otro remedio médico pudo solucionar. Es asqueroso y es amor.  

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