viernes, 24 de abril de 2020

OJITOS DE CEREZA


42ª crónica de un confinamiento improvisado


En tiempo de Coronavirus y mascarillas los ojos son manzanas, ciruelas, melocotones… Son frutas dulces y despiadadas que ya no apartan tanto la vista.
Conduzco cada mañana para ir al trabajo y pienso que algún día van a pararme para que justifique mi trayecto. Soy gafe. Hoy mismo ha pasado eso. Los ojos de los agentes eran enormes como naranjas. Algunos tenían una apariencia dulce y bondadosa y otros eran perversos, sin muestras de humanidad ni compasión. El agente que se ha dirigido a mí lo ha hecho de muy malas maneras, malhumorado, con el ceño fruncido y la mirada amarga como dos limones podridos. Bajo la mascarilla he imaginado una mueca perversa y maliciosa, con ganas de pillar a los que no tienen la documentación requerida para poder trasladarse al trabajo. Yo la llevaba, por supuesto. Sin embargo he querido poner a prueba a este agente desalmado que, seguramente, estaba viciado por otros problemas. Conmigo no ha sido respetuoso, ha utilizado un tono inapropiado y una retranca prepotente exenta de amabilidad. En todos los sectores hay individuos que no saben comportarse como seres humanos. En este caso he creído que lo más oportuno era jugar un poco con él. Así que me he hecho el tonto y me he inventado una excusa insostenible para chincharlo. La crispación se reflejaba en sus ojos alimonados y su evidente mala leche lo ha llevado a querer multarme. Entonces, cuando ha sacado su libreta para hacerlo, me he venido arriba y le he mostrado el documento requerido, como si estuviera jugando una partida de ajedrez y, ante sus narices, le plantara un fulminante jaque mate. Sus ojos perplejos se han visto arrasados por la turbación y el desconcierto y yo, con mis ojitos de cereza, he esperado a que me dijera que podía seguir adelante.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario