lunes, 3 de septiembre de 2018

OTRO ORIGEN


Vivir fuera del universo origina una intimidad extraña, una soledad que nace del interior pero que, curiosamente, no es necesaria llevarla dentro. Fluye aparte. La sensación es incomparable, pero, sin saber ni cómo ni porqué, se generan úlceras. Vivir alejado del cosmos es sentir otro aire, otra intensidad. Es oír un eco que rebota en tus paredes. Es una emoción exótica donde no intervienen los sentidos. Nunca sientes hambre. No bostezas. Vives contemplando una negrura que chispea brillos. No hueles. Nada te roza. Flotas. Te pesan los pies y tienes la mente muy ligera. Todo es profundo, y estás flojo como un guante, como sin huesos. Relajado. Al principio, vivir fuera de la galaxia es muy agradable. Quieres quedarte para siempre, y te sientes tan fuera de ti que exclamas: «¡qué maravilloso es este origen, que extraordinario es estar en estas tinieblas ajenas a los mundos!». No añoras las civilizaciones ni el futuro, pero con el tiempo esa felicidad se vuelve tan inaguantable que enloqueces sin darte cuenta.

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