Cuando
el señor barbudo añora intensamente se desanima, se acurruca y se dispara
aire caliente con el secador de pelo. Sale de casa, pasea y siente una profunda
frustración al verse reflejado en los escaparates. No soporta su apariencia,
pero sobre todo el continuo ruido de tuberías dentro de su cabeza. Respira
profundamente y contempla el cielo. Se recompone. «La frustración no es tan
mala», se dice. «Es lo habitual». Luego sonríe, y, como otras veces, al llegar
a su casa busca la felicidad en Google: una imagen bonita: una puesta de sol o
un amanecer, lo mismo le da.
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