Del
periódico no leo nada, ni los titulares. Entorno los ojos y, con esa visión
difuminada comparable a una severa hipermetropía, voy pasando las hojas.
Primero observo –sin apenas apreciar– la página derecha y después la izquierda;
unos minutos cada una. Percibo los grises que llenan prácticamente el espacio
del papel, las zonas puntuales de color y el desvanecimiento de las imágenes
que ilustran las noticias. El texto pierde su nitidez, son líneas desdibujadas,
como mal borradas, y cada página se convierte en un cuadro abstracto de
contenido sensorial, motivador y lleno de interpretaciones. Una placentera
exposición para los sentidos.
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