Puedo
ilusionarme; también llorar. Puedo camuflarme con el sofá y volverme invisible
en la habitación que está ella. Nos llegó el tiempo del siseo, de la atenuación
del deseo, del completo silencio… Mi alternativa es encerrarme en mi estudio y
manifestar mi estado violentamente; manchando lienzos, sin reglas, solo arrojando
ese vómito necesario. Explosiono colores, creo texturas, organizo un caos… Luego,
voy a ella y le enseño el cuadro. ¿Te gusta?, le digo. ¿Ves la cabeza del
caballo? De cerca apenas la verás. Es preferible que te alejes un poco para ver
sus ojos aterrorizados, y algo de su pena.
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