viernes, 30 de septiembre de 2016

NO SÉ NADA

Desde mi casa escucho el canto exaltado de una gallina. Es Nico, mi primo, un niño de siete años que imita a la perfección el cacareo de estas aves repelentes. Sus padres, mis tíos, me lo dejan una hora al día para que le ayude con las matemáticas. No hacemos nada. Él no se concentra, solo piensa en cacarear y salir a jugar, y yo estoy tan lejos de mí mismo que el atontamiento se instala en mi cabeza, y siento que no sé nada. Nada. Incluso ahora que estoy tranquilo; viendo llover y considerando los ladridos de un perro. 



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