Disponer
de un interlocutor es relativamente fácil. Yo lo consigo en los bares. Sonrío,
saludo y vierto sobre él la conversación. Empiezo con: “¡qué día más bueno!” o
“parece que va a llover”, dependiendo del tiempo que apunte. Luego suspiro
fuerte y exclamo: “¡No somos nadie!”, y suelto algo sobre las dolencias humanas.
Mis exhalaciones suscitan sentimientos profundos. Capto el interés. Recurro
también a: “¡ay, estos políticos!” o “¡este Barça no es el que era”… Y así; sin
profundizar demasiado en el diálogo y sí en la atmósfera; porque
independientemente de lo que se diga, lo que busco es compañía.
Relato finalista en Wonderland el 25/03/2017
Relato finalista en Wonderland el 25/03/2017
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