Uno
ignora las cosas concretas, incluso cuando le llega la madurez. Yo moriré
maduro maduro y sin saber nada de nada; pero me despediré de todos. Lo haré a
los cien años, un día que llueva, en fin de semana y a eso de las cinco y media
de la tarde, merendando con los míos en una chocolatería. Tengo esa
palpitación. «Quiero deciros algo», les diré. Entonces les anunciaré que cuando
amanezca seguiré con los ojos cerrados, conectado a mi sueño de manera
permanente, que no traten de despertarme y que esta merendola la tienen pagada.
Esa será mi hora.
Relato finalista en Wonderland el 08/04/2017
Relato finalista en Wonderland el 08/04/2017
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