domingo, 22 de marzo de 2020

UN HOLGAZÁN INTERESANTE


9ª crónica de un confinamiento improvisado.

No siento tristeza ni amargura por estar en casa encerrado. La sentí con intensidad no hace mucho tiempo. Fue el peor año de mi vida. No podía quedarme en mi apartamento porque las paredes eran brazos que me estrangulaban. Recurrí a la casa de mis padres y estuve con ellos una buena temporada. Mi estado no era el típico abatimiento por un mal de amores o una depresión, era otra cosa más profunda que arrastraba desde mi juventud sin saberlo. Pensaba que las peculiaridades que nos definen, ya sean buenas o malas, tienen que ver con nuestro carácter. Sí, pero algunas veces no. Mi conducta seguía unos claros patrones para ser diagnosticada como una herida emocional significativa, que oscilaba y avanzaba a tenor de mis vivencias, minando, muchas veces, etapas de mi vida. La combatía como podía y, con el tiempo, la iba superando. O, al menos, eso creía. Por eso es importante pedir ayuda cuando ya no es posible hacer frente a las fauces de esos perros negros que ladran sin parar en tu mente. Al final no puedes gestionar unos hechos que otros afrontan sin aparente preocupación. Hay una lesión que no percibes porque tú crees que eres así. Por eso, cuando te dejas ayudar, alivia mucho saber que las enfermedades invisibles que pueden albergarse en nosotros poseen nombre propio. Todos vamos a sufrir. Cada uno a su estilo. Nadie va a salvarse de eso. Y quien lo haga, quien no lo pase mal en su vida, será un ser incompleto que jamás sonreirá como lo hacen los que sí han padecido. Quizás muchos lo hagan durante este confinamiento encerrados en sus casas, ya que, este tiempo que roza lo distópico, puede ser una buena oportunidad para convivir con el aburrimiento. No te muevas, quédate quieto. Respira. Permítete no hacer nada. Ese eres tú. Una esfinge hierática con la mirada perdida. Un cuerpo y un alma indivisibles. Convívete. Habla con el otro que llevas dentro. Comprueba de qué pasta estás hecho e intuye tu verdadera naturaleza. Pero también haz algo de provecho. No seas zángano. El día tiene muchas horas. Esta medida puede ayudarnos a conocernos mejor pero también es una vía fabulosa para los holgazanes deseosos por devorar libros y beber cerveza. 


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