sábado, 14 de marzo de 2020

EL MIEDO

1ª crónica de un confinamiento improvisado.

La flatulencia todavía no sabía que iba a convertirse en un sedimento turbio y a ser expulsada por el organismo de la forma que lo hizo. Al principio se quedó retenida en la apertura anal, en el músculo esfínter. La sensación de urgencia de un residuo fecal se mezcló con su presencia gaseosa porque, al parecer, las terminaciones nerviosas del recto no distinguieron el aire procedente del intestino de esa descomposición demasiado fluida. La ventosidad, palpitante e ignorante de lo que iba a suceder, empezó a crecer como una pompa y, en su indisimulable exaltación, arrastró al lodo excrementicio situado en las inmediaciones del ano. El resultado fue una descarga ruidosa y pestilente, una simbiosis susceptible a ser encendida con un mechero que, contra cualquier suposición, acabó en una cagada accidental.  

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