Las
semillas del tomate le ruedan por la boca, rebozándose con la saliva y el vino con
gaseosa. Aspira a ser un gran crítico gastronómico, y, para practicar, se
dedica a probar menús baratos de menos de diez euros. A través de la escritura,
cuando acaba de degustar los platos, anota sus sensaciones. En esta ocasión ha visitado
el Bar Manolo: “La bebida sabe a verano; la ensalada me conecta con un paisaje;
los macarrones con la euforia; el postre, un vasito de helado de vainilla y
chocolate, con la sonrisa de un niño; y el café, desgraciadamente, no entra”.
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