Oigo
los colores. El magenta es criticón y escupe primicias infundadas. Para
nada es mi color favorito. Ni el rojo, que es intenso y excesivo, y habla
siempre de lo cruento. Apoyo suavemente la oreja sobre el verde y no me infunde
esperanza. Más bien lo contrario; anuncia el poco tiempo que me queda: 23
días, 22 horas, 28 minutos y 44 segundos… El amarillo me relaja, es más imaginativo.
Inventa historias. La última sobre un pueblo donde todos se llaman igual y
practican acupuntura con cactus. El azul es un cielo, no habla, solo emite el
sonido de chupar caracoles. Asquea un poco, pero enseguida me provoca un reír tonto
que disipa lo inminente.
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