jueves, 10 de enero de 2019

EL SÍMBOLO AMARILLO


Al final, el grupo más aguerrido decidió engalanarse un pequeño lazo amarillo en la solapa de la chaqueta –¡sí, amarillo!– y manifestarse por las calles de la ciudad sin reparar en las consecuencias. El bloque, distinguido con aquella pequeña insignia a la vista de todos, irrumpió en una concurrida avenida golpeando en las retinas de los viandantes. El color penetrante que irradiaba aquel lazo obligó a los más extremistas a taparse la cara; sus ojos se abrasaban como cuando se observa al sol directamente, y se retorcían de dolor porque, además, el cráneo se les deformaba por dentro. La agonía solo duró unos segundos, pero fue suficiente para darse cuenta del poder devastador de aquel pequeño símbolo amarillo.

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