miércoles, 30 de enero de 2019

ODONTOLOGÍA CASERA


Una vez me arranqué una muela con unos alicates. No fue difícil. Me ayudé de un pequeño espejo para localizar el diente podrido, y, con la otra mano, iba tanteando la zona hasta tenerlo agarrado con las tenazas. Me preparé un vaso de Jack Daniel’s, una toalla y unas bolas de papel de váter. Cuando lo tuve bien cogido, ni lo pensé, retorcí el diente negro de caries y estiré con todas mis fuerzas. Estuve a punto de desmayarme. La sangre inundó mi boca, me chorreaba por la barbilla. Escupí en el lavabo y mordí las bolas de papel que había empapado en whisky para limpiar y absorber la sangre de la encía ahuecada. Me enjuagué varias veces con el alcohol y di varios tragos para desinfectar la herida. Eliminé posibles rastros de sangre y logré inhibir el dolor punzante. Me aseé y limpié el lavabo. Dejé los alicates en la caja de herramientas de mi padre y me fui al instituto anestesiado. Muy contento.

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